"JULIO CORTAZAR Y TATA CEDRÓN: Amistades Entrañables con Rodolfo Walsh y Paco Urondo"
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Beto Arcucci
3/25/20253 min read


#SentioErgoSum_10_03_70
En 1951, Julio Cortázar decidió arraigar su vida en París. Desde esa ciudad, reflexionaba sobre la democracia impulsada por el socialismo, cuyas reglas de juego consideradas radicalmente distintas a las ofrecidas por la democracia liberal.
Su mirada coincidió con la de muchos jóvenes que conocieron el soliloquio del "Che" Guevara, un pensamiento que Cortázar plasmó en su cuento "Reunión" : "...qué desesperada tarea la de ser un músico de hombres".
Cuando en octubre de 1967 llegó la noticia de la muerte del guerrillero, Cortázar escribió “Mensaje al hermano” : “...Usa entonces mi mano una vez más, hermano mío... Toma, escribe: lo que me queda por decir y por hacer lo diré y lo haré siempre contigo a mi lado...”. Fue un homenaje cargado de emoción y compromiso.
En los años siguientes, Cortázar reanudó su contacto personal con América Latina, principalmente a través de Cuba. Comenzó a dirigirse a aquellos lectores que buscaban en sus libros algo más profundo que simples análisis estéticos o fichas bibliográficas. Les hablaba a quienes leían por razones vitales, conectadas con la lucha y la esperanza.
Sin embargo, no todo fue fácil para él. En un momento de confusión, escribió un manifiesto de protesta redactado por intelectuales "independientes", pero luego se retractó. Reconociendo su error, dijo: “…¿Quién soy yo frente a pueblos que luchan por la sal y la vida?”.
A pesar de su arrepentimiento, algunos nunca le perdonaron este episodio. Cortázar fue señalado como un pensador políticamente incauto, alguien que actuaba con buena fe pero sin medir todas las consecuencias.
En 1973, tras el triunfo del peronismo, Cortázar regresó a Buenos Aires. Allí compartió un asado y una añeja botella de vino sanjuanino con Rodolfo Walsh, visitó en prisión al poeta Francisco Urondo y participó en una asamblea de obreros gráficos. Con generosidad, entregó los derechos de su novela Libro de Manuel a la resistencia chilena ya las familias de presos políticos argentinos.
Desde París, mientras el horror crecía y aumentaba la lista de los "desaparecidos", Cortázar charlaba una tarde tormentosa con su amigo Juan "Tata" Cedrón. Con su característico problema para pronunciar la "r", producto de una condición foniátrica que algunos atribuían a su "afrancesamiento", le dijo: "Tenemos que hablar, Tata, tenemos que hablar, contagte cosas que estoy entendiendo".
El Tata, con afecto, le palmeó la espalda: "Déjate de joder, flaco, ya hablamos mil veces de eso. Acordate de Urondo, de Walsh".
La amistad entre Cortázar y Walsh se había consolidado a medida que ambos compartieron puntos de vista críticos hacia la dictadura de turno. Ambos lucharon contra la censura y el autoritarismo, defendiendo la justicia social y los derechos humanos.
Y Paco Urondo, poeta, periodista y guerrillero argentino, la conexión también fue profunda. Urondo, conocido por su participación en la resistencia armada contra el régimen militar, reflexionó en su obra poética su compromiso político y social.
La relación entre Cortázar y Urondo simboliza la unión entre la literatura y la militancia política en uno de los períodos más oscuros de la historia argentina. Ambos compartieron valores y principios que trascendieron el ámbito literario. Como recordó el Tata Cedrón: "Ellos vieron algo en todo eso. Agarra por ese lado y listo".
Urondo y Walsh, camaradas de Cortázar, encarnaron ideales poderosos: uno fue un poeta eminente de su época; el otro, según palabras de Gabriel García Márquez, el mejor periodista de América Latina. Ambos fueron líderes montoneros que dieron su vida en combate, entregándose por completo a la resistencia.
Cortázar, el cronopio soñador, era conocido por su simpatía hacia causas sociales y políticas de izquierda. A lo largo de su vida expresó su descontento con el gobierno argentino, convirtiéndose en un símbolo de solidaridad y compromiso. Su ideal, como el de sus amigos, sigue resonando en el mundo...

